En los últimos 30 años las investigaciones sobre el cerebro han aportado evidencias sobre cómo aprende el cerebro y cuál es el papel que juegan las emociones, la sociedad internacional “Mind, Brain, and Education” está tratando de promover la integración de diversas disciplinas que investigan el aprendizaje y desarrollo humano, esto es, reunir la educación, la biología, y la ciencia cognitiva para formar el nuevo campo de trabajo sobre la mente, el cerebro y la educación. Ellos manifiestan que, si el cerebro es el órgano del aprendizaje, ¿por qué seguimos ignorándolo en la educación? Y para dar respuesta a este interrogante, la respuesta es muy fácil, los maestros ignoramos la importancia del cerebro porque lo hemos tomado como una pieza más del rompecabezas llamado cuerpo.
Cuando me encontraba en la decisión de porqué estudiar Neuropsicología y Educación, me llamó mucha la atención que había unos planteamientos sobre el quehacer de los estudiantes ¿Por qué obtienen bajo rendimiento escolar? ¿por qué no prestan atención? ¿por qué se distraen tanto? Estos y muchos interrogantes se encontraban en la descripción del máster, de ahí me detuve a pensar que me gustaría ver a los estudiantes sin los rótulos que frecuentemente les damos cuando los desempeños académicos no son satisfactorios: “perezoso”, “flojo”, “acostumbrado a” ..., “vagos”, “quieren la ley del mínimo esfuerzo”, entre otros. Con esta idea inicié mi proceso y me vi sumergida por un año en todo lo que concierne al cerebro, esa CPU callada, que maneja un bajo perfil pero que es responsable de todo el proceso de aprendizaje y a partir de ese momento, dejé de ver a mis alumnos con esos rótulos, el conocimiento adquirido me permitió “ver más allá (hablando en término coloquial) de la punta de la nariz”, y observarlos con otros ojos, talvez no he podido transformar muchas vidas aplicando la neuropsicología pero ella si me transformó y considero que era desde ahí donde se debían dar los primeros cambios.
Cuando llegó septiembre del 2020, me encontraba en las redes sociales, el destino y con ayuda de la publicidad, leí “La semana de la Neuroeducación” junto con el nombre de Rosy, desde ese momento me “enganchó” y estaba inquieta en saber que era eso llamado “Neuroeducación”, fue una de las semanas más gratificantes, la forma como Rosy habla, con esa pasión y sabiduría hace que también queramos seguir sus pasos y heme aquí, realizando el último trabajo de este hermoso camino recorrido para certificarme como neuro educador. Soy consciente de que esta historia continúa, hasta ahora vamos a empezar a subir la cuesta, pero estoy convencida que cada video visto, cada historia contada, cada apunte tomado (mi bitácora) han permeado en mi quehacer educativo y serán mis armas para convertir mis aulas en unas aulas disruptivas, lo tradicional, es historia y de ahora en adelante, tengo la plena convicción que la Neuroeducación llegó a mi vida y procuraré que mis estudiantes sean felices en el proceso de formación.
Dicen que el ejemplo arrastra y quiero que a través de las acciones que ejecute con mis estudiantes, mis compañeros se entusiasmen al cambio, es un “hueso duro de roer” porque cambiar paradigmas tan arraigados es difícil (ego) y más cuando las personas no quieren ceder y continúan con sus mismas prácticas obsoletas y mandadas a recoger; sueño con derrumbar la película “Zombi en la escuela” y cambiarla por “Aulas multicolores” porque estoy totalmente segura que con un giro de 360° los estudiantes encontrarán la escuela más interesante, más atractiva y más felices.
Partiendo de esto último, en una de esas lecturas encontré que “Aprendemos cuando hacemos y cuando se despiertan las emociones” y que “Sin emoción, no hay aprendizaje” de Francisco Mora, que sabias palabras y tan contextualizada en estos días, en el discurrir de estos tiempos, descubrí que si el cerebro no presenta emociones enmarcado en un ambiente positivo e impregnado de alegría no se abrirán los canales y la dopamina no será la invitada especial y entonces tendremos Zombies en las aulas, sin ningún impulso para actuar. Por lo anterior, procuré que los encuentros virtuales, los cuales se convirtieron en un reto, fueran dinamizados y durante una semana, enmarcada dentro del proyecto de educación sexual y convivencia ciudadana, escudriñamos esas emociones que muchas veces los jóvenes callan a través de encuestas y desde ahí, se pudo identificar casos que se remitieron a psicología. Antes de iniciar las clases, elaboré salas de espera, donde se abrían las persianas sensoriales para activar la atención y mover las neuronas, por mucho tiempo, los temas eran mi armadura y en este trayecto la dejé abandonada, aprendí que debo formar desde las competencias, que los temas son importantes pero que los puedo abordar desde diferentes maneras.
Ya estamos a escasas semanas de iniciar la presencialidad, serán nuevos retos y nuevos proyectos, pero con la certeza que todo el trabajo será bajo la lupa de esta hermosa travesía llamada Neuroeducación, finalmente retomo estas palabras dadas en el curso de formación: “Cuando podamos comprender el gran privilegio que tenemos de crear futuro en las persona, y trabajemos y nos capacitemos para ello…entonces… empezarán a pasar cosas interesantes dentro de la escuela que fuera de ella” (Gustavo de Elorza).
Muchas gracias por léeme,
Carmen Elizabeth Arciniegas Mora
Comments